Desde que en junio de 2013 se estableciera la obligación de redactar el certificado energético de los edificios existentes, son numerosos los inmuebles quedan obtenido su etiqueta. Sin embargo, debido a la novedad y a la escasa divulgación que ha hecho la Administración, los técnicos tenemos la sensación de que la ciudadanía no ha asimilado aún la utilidad de este nuevo documento, las implicaciones de un determinado nivel de eficiencia energética. Es habitual que el propietario perciba este trámite como un nuevo «sello» con afán recaudatorio.
La desafección hacia este nuevo certificado es aún mayor cuando el propietario recibe, como es habitual, una calificación negativa, es decir, poco eficiente.
La etiqueta es, lógicamente, reflejo del tipo de construcción que componen nuestras ciudades, y, a su vez, espejo del marco normativo de aplicación en cada periodo. Así, sólo obtendrán una calificación eficiente (letras A, B o C) aquellos edificios construidos según el Código Técnico de la Edificación (que recordemos que fue de aplicación obligatoria a partir de 2006). Y es importante recordar que, en Euskadi, el 72% del parque edificado es anterior a la entrada en vigor de la Norma Básica de la Edificación CT-79 (primera legislación general encaminada a la consecución de ahorro energético). Por tanto la ausencia de aislamiento en nuestros edificios está generalizada, lo que va en detrimento de la eficiencia energética.
¿Cómo son los certificados energéticos?
Analizando los registros oficiales del Gobierno Vasco y del Gobierno de Navarra podemos concluir que la letra predominante en los edificios existentes (viviendas y locales), en cuanto a consumo de energía primaria se refiere, es, con diferencia la E. En los cuatro municipios analizados en esta entrada, esta letra E representa entre el 41% (Laudio/Llodio) y el 50% (Pamplona) de los edificios. A continuación se sitúa la G, la peor de las calificaciones posibles, entre un 22% y un 32% de los inmuebles. La presencia de las tres primeras letras, A, B o C, es testimonial, no alcanzando el 1%.
En resumen, tenemos unas etiquetas energéticas acordes a la antiguedad de nuestro parque de edificios, que han de servir para la toma de conciencia en la necesidad de acometer una rehabilitación energética de nuestros inmuebles. Ese el objetivo de esta etiqueta; conocer el consumo de nuestras viviendas y promover su rehabilitación contribuyendo así a la reducción del consumo y de las emisiones. Pero también a la mejora del confort del ususario y a la revalorización del edificio.