Desde que la salubridad fue un argumento vital a la hora de construir ciudades, conducir las aguas fuera de la ciudad ha sido el objetivo preferente, tanto las aguas fecales a través de las redes de saneamiento, como posteriormente las aguas pluviales por medio de las redes de drenaje.
Repasando los últimos episodios de inundaciones urbanas que hemos padecido y viendo cómo las grandes ciudades asumen el papel protagonista como la forma dominante de la vida urbana, creemos que utilizar las redes de saneamiento y drenaje únicamente como un sistema de eliminación de aguas residuales es una receta para el desastre. Las ciudades deberían utilizar estas redes de saneamiento y drenaje como un sistema de gestión de las aguas residuales, tanto para ser más sostenibles como para ser más resilentes.
Nuestros argumentos son básicamente dos:
– El primero, que durante muchos años, el saneamiento y el drenaje urbano han estado centrados exclusivamente en la capacidad de agua a evacuar dentro de los núcleos urbanos, sin tener en cuenta la calidad del agua que era vertida al medio. Afortunadamente hace poco tiempo aparece un nuevo enfoque sistémico y ambientalista en la hidrología urbana, de manera que comienza la implantación de técnicas que permiten preservar el ambiente y mejorar la eficiencia en el tratamiento de las aguas residuales urbanas. Creemos que el tercer paso es gestionar la forma en que esas aguas se vierten al medio ambiente en lo relativo a cantidad en un periodo de tiempo.
– El segundo, que el saneamiento/drenaje siempre ha sido considerado como el pariente pobre de la ingeniería y como es de esperar, no es un tema común de conversación en los congresos o en los círculos políticos. Sin embargo, creemos que debería serlo o lo será forzosamente, porque tenemos que repensar radicalmente nuestro enfoque del saneamiento/drenaje si queremos vivir de manera sostenible en las ciudades dados los futuros regímenes pluviales pronosticados: lluvias más torrenciales pero a la vez más dispersas.
Es cierto que hacerse una idea de los volúmenes de agua que se mueven bajo las ciudades es muy difícil: el volumen de agua que bebemos es insignificante respecto al volumen de agua que consumimos (y gran parte de este último ni lo vemos). Además las redes de saneamiento/drenaje han evolucionado hasta hacerse muy eficientes en el objetivo que le marcamos hace tiempo: recoger el agua desechada y hacerla desaparecer rápido y lejos. Esto hace desaparecer también de nuestro entorno cercano muchos problemas porque los enviamos aguas abajo, y las enormes superficies urbanizadas de baja permeabilidad de las ciudades recogen gran cantidad de agua y muy rápido.
Y aquí es donde nos planteamos el problema: que estos sistemas de saneamiento/drenaje son tan eficientes que este agua llega a los cauces naturales mucho antes de que lo hubiera hecho naturalmente a través del terreno agudizando los problemas de avenidas de agua, riadas, etc.
Hace unos pocos años que se vienen construyendo los llamados estanques de tormentas para retener el agua de lluvia cuando hay precipitaciones muy intensas, así se evita que los sistemas de depuración se saturen y se vierta agua sin depurar directamente a los cauces.
Pero, ¿por qué no reutilizar esta agua almacenada en vez de vertirla una vez depurada?, hay muchos usos que se pueden realizar sin agua potable y nuestras ciudades lo agradecerían. También tenemos una importante labor de reforestación por delante y los entornos de nuestras ciudades podrían aprovecharse para un drenaje natural de estas aguas a la vez que favorecen la cubierta verde protectora del terreno.
Las nuevas tecnologías SUDS (sistemas urbanos de drenaje sostenible) hacen posible que estas infraestructuras en vez de usar hormigón usen materiales permeables y favorezcan la generación de zonas verdes o estanques en las grandes urbes.
