Leemos en la siguiente noticia que la Comisión Europea propone un objetivo de reducción de consumo energético para 2030 del 30%. En principio puede parecernos una buena noticia, y lo es. Lo triste es que se haga obligado, y no olvidemos que la Eurocámara propone una reducción del 40% para el mismo año.
Lo cierto es que son contados los países de la Unión que han cumplido con los plazos para incorporar la famosa directiva 20-20-20 dentro de plazo (España por supuesto que no, y gracias al lobby eléctrico va para largo) y estos nuevos objetivos de eficiencia son la solución política a un problema estratégico de la Unión: su dependencia energética de países no miembros.
Ante la inestabilidad política de estos países suministradores (cada cual puede proponer los porqués de cada caso) y el aumento más que previsible del precio de la energía, la respuesta de la Comisión es la eficiencia (la otra posible respuesta implica el uso de la fuerza y eso ya no es el estilo europeo).
Así que la eficiencia energética europea será un resultado de una estrategia política, no se tratará de un objetivo político noble. En resumen: haciendo de la necesidad virtud.